Diferentes estudios han llevado a la conclusión que Souillac estuvo habitado desde la época prehistórica. Después, entre los siglos VII y XII, se enlazaron diferentes comunidades monásticas que, pese a los ataques de árabes, normandos e ingleses, resistieron y contribuyeron a dar poder y riqueza a Souillac.

Testigos de la presencia de estas comunidades religiosas sucesivas son la iglesia abacial de Santa Maria y la iglesia de San Martin con su torre campanario. A partir de entonces Souillac se convierte en una rica ciudad feudal beneficiada por la proximidad del río Dordoña que la convierte en una ciudad comercial muy importante. Llegados de Argentat y en dirección a Burdeos, los gabarreros hacen escala en Souillac para cargar la madera destinada a la fabricación de toneles y barcos. De vuelta de la costa los gabarreros llegan cargados de sal, vino y pescado.

Gracias al buen clima que proporcionan los ríos Dordoña y Borrèze, Souilla se convierte también en la cuna de un desarrollo excepcional y variado de cultivos de frutas, más tarde llegará el cultivo del tabaco. Entre los siglos XIX y XX, Souillac sufrirá dos enormes evoluciones que harán cambiar totalmente su economía. La primera fue la creación de la linea férrea que pondrá fin al trabajo de los gabarreros en el Dordoña, y la segunda, a principios del siglo XX, con la construcción del puente « Louis Vicat » que atraviesa el Dordoña y que hada de Souillac una etapa importante sobre el eje Toulouse-Paris. Verdaderos emblemas de Souillac son los viaductos ferroviarios. El viaducto de Bramefond unía Aurillac a Burdeos y el de Lamothe, todavía en actividad y bajo el que pasaran para llegar a La Paille Basse desde Souillac, es utilizado por el tren que une Paris a Toulouse.